19 marzo, 2007

El dedo en la llaga de la verguenza

Creo que el hombre nunca pierde la capacidad de asombrase. Es lo que me sucedió cuando leí el último numero de La Unidad Cristiana, periódico cristiano que circula en la capital. El editor recordaba una declaración hecha por obispos, pastores y líderes de iglesias evangélicas que plasmaron su apoyo al Gobierno Militar un día 13 de diciembre de 1974, cuando los cuerpos de los muertos que habían sido detenidos por el régimen, aún no se enfriaban. Me pregunto: Después de más de treinta años de ocurrido los hechos, ¿no les dará vergüenza y pena haber apoyado a un gobierno ilegítimo y respaldarlo diciendo que era bíblico? Lo digo porque en uno de sus puntos afirmaron que para ellos solo les bastaba que toda autoridad era dada por Dios según Romanos 13:1. ¿No le parece vergonzoso ponerse del lado de un régimen autoritario por el solo hecho de no incomodarlo y que no le toquen las esquirlas? ¿No le da la impresión que fue eso lo que hicieron esas 32 confesiones evangélicas el 14 de diciembre de 1974?
Fue una manera muy sencilla de cerrar los ojos frente a las atrocidades cometidas por el Gobierno justificándose que era la “voluntad de Dios”. La iglesia evangélica chilena tiene una enorme deuda con lo ocurrido en 1973. La iglesia evangélica no fue capaz de levantar la voz en protesta frente a la corrupción, la degradación humana, la tortura y la injusticia. Muchos evangélicos prefirieron aliarse con el régimen para salvar su pellejo pero no porque estuvieran de acuerdo, sino mas bien por temor. Prefirieron hacer vista gorda y pasar por la vereda del frente, mirando el cielo y silbando “cuan grandes es Él”.
Sin embargo, se cumplió lo que dice la Palabra del Señor que las piedras hablarían. Fue la iglesia católica la que levantó el dedo para denunciar los atropellos, ayudó a los detenidos brindándoles apoyo y en algunos casos sacándolos del país o escondiéndolos en sus parroquias. Más todavía: creó la Vicaría de la Solidaridad, que prestó asesoría legal a los reprimidos. ¿Y la iglesia evangélica? Bien guardados en sus templos.
Hoy en día las cosas no han cambiado mucho. La corrupción política, el cohecho, la falta de ética, la malversación de fondos públicos etc. no han sido denunciados públicamente por los cristianos que supuestamente tienen moral para levantar la mano.
El profeta Amós, un sencillo pastor de Tacoa, con todas sus limitaciones de un hombre de campo, fue capaz de apuntar su dedo inquisidor por su vivo celo a su Dios, en contra del gobierno, los sacerdotes y los ricos. No le tembló la barbilla para denunciar el enriquecimiento ilícito de los adinerados, exprimiendo al pobre y vendiéndolos como esclavos. Hoy se hace urgente que Amós modernos alcen la voz diciendo: ¡Momentito!, la iglesia evangélica también tiene algo que decir en estos temas de importancia espiritual, ética y moral. En cambio, nos escondemos tras de las faldas de la Iglesia Católica Romana, que afortunadamente nos hace el trabajo de denunciar las irregularidades del sistema.
Si hoy el profeta Amós resucitara, de seguro se vuelve a morir... pero de vergüenza, al ver tanta inmundicia moral y corrupta sin ser denunciada. Me llamó la atención un comentario de un senador de la república al dirigirse a un grupo de pastores diciéndoles: Ustedes son la última reserva moral que tiene el país y no han sido capaces de sacar ningún representantes que hablen por ustedes.
Crecimos escuchando que la política era pecado. Que somos de otro Reino y que no debemos involucrarnos. El resultado: Hemos dejado la dirección del país en manos de hombres con cero ética, ambiciosos de poder que se sirven del pueblo y que su vida privada es una caja de Pandora.
Sería interesante preguntarles a los 32 confesiones evangélicas que opinan ahora de su declaración en apoyo al Gobierno Militar. ¿Les dará vergüenza?
Hasta la próxima... Opine aquí...

*************************
*************************