06 noviembre, 2007

La mató porque la amaba



La mató. Lo hizo porque no le cocinaba bien. Ella no aguantaba su hálito alcohólico, no soportaba sus brutales golpizas ni humillaciones. No toleraba ser abusada sexualmente por las noches. Decidió que era hora de marcharse, pero eso lo determinaba él y no ella. Cuando huyó, él la buscó y la amenazó con matarla si no volvía. Volvió a casa, pero igual la mató. El arma homicida era un cuchillo cocinero que ella utilizaba para prepararle el almuerzo. El mismo con el que más tarde el desgraciado tuviera las fuerzas para arrebatarle la vida. Buscó ayuda pero encontró sólo promesas. Más tarde en su declaración al fiscal, el hombre dijo haberla matado porque la amaba mucho…

A pocos metros de ahí, casi en una contrariedad, una familia de creyentes disfrutaba de su cena familiar en un ambiente hogareño y de tranquilidad. Nada interrumpía su conversación excepto lo que sucedía a poca distancia de su hogar.
—Carlos, le están pegando otra vez a la vecina…
—¿Cuándo entenderá el hombre que no debe pegarle a la mujer? Debería ir a la iglesia ¿podrías pasarme la mermelada, cariño?
—Pobrecita, deberíamos llamar a carabineros…
—Mejor será que no nos metamos mi amor. El vecino es muy violento. Estos días vamos a orar por él…

Carlos, déjame preguntarte algo: ¿quién mató a esa mujer? Permíteme ayudarte, yo te lo digo. En este crimen hubo dos asesinos. El que empuñó el cuchillo y tú. Sí. Tú también. Tú porque sabiendo hacer lo bueno no lo hiciste. Porque optaste por cerrar tus oídos a los gritos de auxilios y no intervenir. Fuiste un cobarde. Pudiste detener la mano asesina pero preferiste quedarte en casa sin entrometerte. Antes de que ocurriera la tragedia, debiste hablarle al infeliz que hay un Dios que ama a las personas y que puede cambiarlo para siempre. Estaba en ti decirle que busque ayuda y tú mismo discipularlo. Sin embargo, preferiste aleluyar en tu congregación antes de ensuciarte con la miseria humana de afuera. Eres tan culpable como él. Él irá a la cárcel pero tú tendrás que dar cuenta a Dios por tu pecado de omisión. ¿Por qué no denunciaste? ¿En tu congregación nunca escuchaste la parábola del buen samaritano?

Hoy existe muchos Carlos en nuestras iglesias. Hombres religiosos pero cobardes, cómodos e indiferentes. Disfrutan de las bendiciones de Dios pero no son capaces de compartirlas. Viven encerrados en las cuatro paredes del templo cantando pero con una actitud glaciar a lo que pasa a su alrededor. Viven en un cómodo evangelio, casi en una burbuja espiritual. Creen en la salvación personal y que el resto se las arregle como pueda, mientras el mundo muere apiojado por la miseria humana. Quieren que los pecadores lleguen a los templos, pero no salir a buscarlos.

Este año en nuestro país han muerto cincuenta y tres mujeres en manos de sus cónyuges o convivientes. Es irónico pero fueron muertas por el hombre que la enamoró, la conquistó y prometió protegerla. ¿En qué momento éste se convierte en bestia y olvida sus promesas?

Señoras y señores: Hoy me atrevo a levantar mi voz para denunciar el abuso que muchos hombres de mi país están llevando acabo con sus mujeres. Me niego a ser un Carlos, que calla para no meterse en problemas. No quiero ser cómplice de pecados ajenos. Desde el momento que presencio un maltrato y guardo silencio, soy subsidiario de lo que pase. ¿Cuántos prójimos han quedado mal heridos en el camino por no intervenir, por no arremangarnos la camisa y ensuciarnos las manos para ayudarlo? Hablo de hechos concretos y no palabrería aprendida de memoria. Hablo de hacer algo y no quedarnos como observadores esperando un desenlace. El evangelio es acción, no sólo oración…

Creo en la familia cristocéntrica, creo en el rol sacerdotal del hombre en el hogar, creo que el hombre fue creado por Dios para proteger a la mujer y no abusar de ella. Si soy consecuente con mi discurso, entonces tampoco permitiré que otros lo hagan. Atrevámonos a denunciar al golpeador a la policía. No cerremos los oídos a los gritos silenciosos del maltrato infantil. Denunciemos la violencia intrafamiliar. Hoy puede ser por ellos, mañana… por nosotros.
¿Yo denuncio? ¿Te atreves tú a denunciar? Opine aquí

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