12 diciembre, 2008

Mail: Responder a todos y con copia a:



Tantos años de trabajar en administración me han enseñado que no importa dónde trabajes, en todos lados encontrarás de lo mismo. En cualquier oficina del mundo existirá un jefe déspota, una secretaria coqueta y un empleado chismoso. De la misma forma habrá alguien que llega tarde los lunes y otro que sea el preferido del jefe. Como también el infaltable y humeante café de la mañana sobre nuestro escritorio, el que responde a la ley de Murphy dándose vuelta sobre el teclado. Las rutinas de escritorios son iguales en todas partes.

Así como la máquina de escribir era indispensable en las oficinas de antaño, hoy lo es el Mail o correo electrónico, que comienza a trabajar primero que nosotros apena encendemos nuestro computador. Los mensajes fluctúan entre bromas de amigos, anuncios de nuevos virus que mencionó CNN, cadenas de alguien que se está muriendo o el cierre de MSN; entre todos los spam, y casi estorbando están los correos institucionales con peticiones urgentes de informes, citaciones a reuniones a mitad de mañanas o recordatorios de ayuda que habías prometido.
Queramos o no la “matrix” nos tiene prisioneros del sistema y estamos obligados a ir todos los días y a cada momentos a verificar si han llegados nuevos mensajes para no quedar fuera de la vertiginosa era electrónica. Nada de memos, nada de mensajes en papel o tediosas circulares informando que “Pepe Tapia fue desvinculado de la empresa por meterse los dedos a la nariz”. El Mail es automático, instantáneo y una vez enviado, nada hay por hacer. Todo está consumado.

Los que trabajan en administración me entenderán. Todo parece estar bien en la oficina y con tu trabajo. La rutina parece marchar normal. El mismo colega perdiendo el tiempo, la secretaria maquillándose frente a un espejo, el auxiliar conversando con otro empleado apoyado en la escoba, el supervisor jugando al solitario hasta que… recibes un mail de un colega increpándote por un olvido de tu parte de algo muy importante. Lo abres, lo lees y te das cuenta que tiene razón, lo olvidaste. El mail parece estar cargado de mala onda, recalca palabras como: “Te avisé con tiempo”, “otra vez”, “atrasas mi trabajo”, “no estoy dispuesto a cubrirte de nuevo” etc. Pero eso no es lo peor, lo es cuando te fijas a quién le mandó copia. Tu colega se esmeró en escoger de su lista de contactos a las personas menos apropiadas para leer su mail: Tu jefe directo, subgerente y gerencia general. Te agarras la cabeza y lo primero que dices para sí es: este hijo de… ¡&¿!$#@¿!

La pregunta es, ¿qué pretende con enterar a todos de tu error? ¿Le subirán el sueldo por exponer tu olvido? Nada de eso, debes leer entre líneas que lo que realmente el colega está gritando a quien quiera escucharlo es que no quiere que sigas trabajando en la empresa y menos a su lado. Que eres un inútil y que no estás a la altura de su perfecta gestión. Te está diciendo, este trabajador no hace sus labores como corresponde como yo, enloda esta magna oficina con su ineficiencia, podemos conseguir a otro mejor (incluso con un sueldo menor).

Pero por lo general, los ejecutivos de alto rango no se involucran en estas nimiedades, pasan estos mail de inmediato a elementos eliminados y continúan su vida en forma normal. ¿O creen que el gerente no puede dormir en la noche pensando en el mail del colega?

Hay ciertos códigos éticos que un oficinista no puede olvidar, y que hay que respetar “aquí y en la quebrá del ají”; y uno de ellos es a quién le envías copia en tus mail. Lo más probable es que haya una contra respuesta con el ícono “responder a todos” que terminará con el acusado y el acusador colmando la paciencia de los “CC”. Hasta que otro le ponga paños frío a la situación, pero entre ambos quedará una molestia virtual, la que se materializará al otro día en la mañana cuando ya no se digan buenos días.

Quiénes nos movemos en el mundo de la administración, entendemos una cosa, el que sabe, sabe. Él que no… es jefe. Y a este no es necesario enterarlo de todo. ¿Ok? ¿Quedó claro?

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